Siempre se ha dicho, tanto desde los países centroeuropeos como desde los nórdicos, que lo que pasaba con el sur del viejo continente, véase España, Portugal, Italia o Grecia, es que dichos países estaban, hablando mal y pronto, plagado de vagos. Demasiadas vacaciones, menor número de horas trabajadas, nefasta productividad y un sinfín de mitos con los que desmontar el chiringuito a los sureños, sabedores estos de que tienen la calidad de vida de su lado. El discurso, si bien es cierto que siempre ha estado presente, se ha visto radicalizado a medida que la crisis financiera ha ido en
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